Con el objetivo de abrir un espacio íntimo, reflexivo y colectivo, durante junio se realizó el curso Lectoescritura Sáfica: una invitación a leer, escribir y amar entre mujeres desde la historia, la crítica y el deseo, una instancia organizada por el Centro Cultural Hojalata y dirigida a mujeres y disidencias interesadas en explorar otras formas de amor y escritura.
Esta actividad forma parte del cronograma de actividades en el marco del Plan de Gestión financiado por el Programa de Apoyo a Organizaciones Culturales Colaboradoras, Convocatoria 2025 del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio
Impartido por la periodista y mediadora de lectura Rocío Valenzuela Cerda, el curso se desarrolló en modalidad virtual durante los días 11, 13, 18 y 25 de junio. A través de la lectura crítica y el análisis de autoras como Gabriela Mistral, Alejandra Pizarnik, María Roffiel y Cristina Peri Rossi, se recorrió una genealogía afectiva que ha sido históricamente silenciada o leída entre líneas, rescatando desde la literatura latinoamericana una tradición sáfica profundamente sensible y politizada.
“Hablar y reflexionar en torno a la experiencia sáfica permite integrar otras formas de existencia y de ética amatoria, más allá del modelo del amor romántico”, señaló Valenzuela. El curso abordó las estrategias textuales con las que distintas autoras han cifrado sus afectos, deseos y vínculos, muchas veces en códigos ocultos, generando lecturas que tensionan la memoria, el cuerpo y el silencio.
Además del enfoque literario, el curso incluyó espacios de escritura creativa en los que las participantes reflexionaron sobre sus propias identidades y vivencias. La escritura fue entendida como una herramienta de resistencia, una forma de cuidarse, de acompañarse y de crear desde el deseo, no desde la carencia. “Escribimos para inventarnos otras formas de querernos, para darnos palabras cuando nos han sido negadas”, expresó Rocío.
Para Rocío Valenzuela, una de las experiencias más significativas fue constatar el compromiso de las participantes y su deseo de narrarse a sí mismas. “Los ejercicios de escritura son siempre anhelados; como si una parte del ser clamara por contar esas historias que en lo cotidiano están condenadas al silencio”, afirmó.
Sobre el trabajo conjunto con el Centro Cultural Hojalata, la facilitadora destacó: “Fue una experiencia muy enriquecedora. Valoro su apertura a propuestas con enfoque feminista y afectivo, y su compromiso por generar espacios de formación que fomenten el pensamiento crítico y la creación colectiva”.
El curso no solo permitió resignificar el legado literario de autoras sáficas, sino también crear una comunidad transgeneracional de lectoras y escritoras, donde la lectura se transformó en conversación, la memoria en ejercicio colectivo y la escritura en un acto de amor.
